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Título
La ira en las artes marciales
Autor
Director/es
Facultad/Centro
Área de conocimiento
Cita Bibliográfica
Lafuente Fernández, J.C. (2024). La ira en las artes marciales. [Tesis doctoral, Universidad de León]
Fecha
2024-06-20
Resumen
[ES] Tradicionalmente, las artes marciales y los deportes de combate (AMyDC) han sido analizados
desde diferentes puntos de vista. Por un lado, como prácticas cuyo objetivo es
causar daño a otra persona. Así, los practicantes de AMyDC emplean diferentes técnicas,
potencialmente peligrosas, dependiendo del estilo de AMyDC, el contexto y sus características
(Green & Svinth, 2010), lo que en ocasiones ha hecho que hayan sido vistas
como personas violentas. Por otro lado, se las ha asociado con aspectos psicológicos positivos.
En este sentido, el daño que estas técnicas pueden infringir al oponente, que exigen
a sus practicantes tener altos niveles de auto-regulación y el respeto por los demás,
ha llevado a la creencia positiva de que pueden “forjar el carácter”, siendo habitualmente
recomendada para los niños y jóvenes con el objetivo de desarrollar aspectos positivos
en las dimensiones física, psicológica y socioafectiva (Tadesse, 2015). En niños, al igual
que en adultos, las AMyDC se han asociado al control de emociones negativas – como la
ira –, aunque no existen evidencias concluyentes de efectos socio-psicológicos positivos
derivados de su práctica (Vertonghen & Theeboom, 2010).
El objetivo de la presente tesis doctoral es estudiar la relación entre la práctica de
AMyDC y la emoción de ira. Para conseguir esto, se plantearon cinco estudios, en los
que se desarrollaron diferentes metodologías en función del estudio planteado. El primer
estudio fue una revisión sistemática, cuyo objetivo fue analizar la evidencia de los
efectos de la participación de las AMyDC en la ira y la agresión. Se siguió el protocolo
PRISMA y se estudiaron las variables: tipo de estudio y objetivos; muestra, intervenciones
y procedimientos; mediciones y resultados. Se seleccionaron nueve estudios (tres
estudios de cohorte y seis ensayos controlados aleatorios) para su inclusión. La evidencia
disponible señala, en general, que no hay relación entre la práctica de AMyDC y los
niveles de ira y agresividad. Sin embargo, las artes marciales tradicionales podrían ser
efectivas para disminuir los niveles de ira. Además, se observa que la población adulta y
los jóvenes con problemas de comportamiento muestran una respuesta positiva al trabajo
con artes marciales. Se debería ser prudente con estos resultados debido a que el volumen
de estudios y la calidad metodológica de la mayoría de ellos no fue óptima, si bien
se señaló el potencial de las artes marciales tradicionales para la disminución de la ira.
El segundo estudio realizado de corte cuantitativo, tuvo como objetivo comparar los
niveles de ira de practicantes de AMyDC en función de la edad, el nivel educativo, la experiencia
y el estilo de AMyDC practicado. Participaron 195 practicantes adultos de seis
AMyDC populares: judo, jiu-jitsu brasileño, artes marciales mixtas, aikido, muay thai y karate que realizaron el Inventario de Expresión de Ira Estado-Rasgo-2 (STAXI-2). Se
encontraron diferencias en la escala de expresión de ira con respecto a la edad, donde
los resultados más bajos fueron obtenidos por los practicantes menos jóvenes. Por otro
lado, también se encontraron diferencias significativas y de tamaño pequeño en la escala
de rasgo de ira y la subescala reacción de ira según el estilo, obteniendo el grupo de aikido
las puntuaciones más bajas y el grupo de muay thai las más altas. Estos resultados no
permitieron señalar claramente un estilo u estilos de AMyDC con mayor potencial para
la disminución de los niveles de ira.
El tercer estudio se desarrolló durante un período de seis meses, para abordar un
problema al que los estudios transversales no pueden responder, esto es, si la práctica
de AMyDC aumenta o disminuye los niveles de ira de sus practicantes. Participaron 82
niños/as, divididos en grupos control y experimental (karate y judo). Se realizó un estudio
de cohorte, en el cual, las personas encargadas de la intervención no recibieron ninguna
indicación. Se utilizó el Inventario de Expresión de Ira Estado-Rasgo para Niños
y Adolescentes (STAXI-NA). Aunque se encontraron diferencias significativas entre las
pruebas previas de expresión de ira del grupo control y experimental y entre las pruebas
previas y posteriores de expresión de ira del grupo de kárate, los resultados globales
muestran que el entrenamiento de AMyDC en clubs deportivos no tiene efectos sobre
los niveles de ira de sus practicantes.
En el cuarto estudio se diseñó una investigación cualitativa dirigida a jóvenes en riesgo
de exclusión social y se implementaron algunas de las estrategias propias de las artes
marciales tradicionales según los resultados de los estudios anteriores. Se plantearon
como objetivos analizar los efectos de una intervención de artes marciales sobre las actitudes
hacia la violencia y señalar estrategias pedagógicas útiles en este tipo de programas.
Siete menores participaron en 15 sesiones a lo largo de ocho semanas. Se utilizaron
como instrumentos para la recogida de datos, la entrevista individual, el grupo de discusión
y el diario de seguimiento del profesor. Se observó una disminución de las actitudes
hacia la violencia de los alumnos que realizaron la intervención, señalando además
como estrategias pedagógicas eficaces: el contacto físico, los juegos con momentos de
calma, la figura del encargado y la etiqueta.
Por último, en el quinto estudio se utilizó también una metodología cualitativa. En
este se utilizaron diferentes estrategias habituales de las artes marciales tradicionales
para verificar si es posible extrapolar los beneficios de estas a una población general. Se
plantearon como objetivos conocer la evolución de la emoción de ira en el alumnado y señalar las estrategias utilizadas que pudieron disminuir la ira. Se diseñó un estudio longitudinal
durante ocho semanas con estudiantes universitarios. Participaron 70 alumnos
realizando prácticas frecuentes en algunos estilos de AMyDC al principio de las sesiones
de la asignatura de Expresión Corporal. Se obtuvo información a partir del grupo de discusión
y el diario de seguimiento del profesor. El alumnado señala la experimentación
en mayor medida de emociones positivas que negativas, como la ira. Se concluye que el
uso de la música, los movimientos lentos, las prácticas de respiración, de silencio y de
meditación, fueron percibidas como estrategias positivas para la disminución de la ira. [EN] Martial arts and combat sports (MA&CS) have been analysed from various perspectives.
They have been viewed, as violent practices, aimed at causing harm to others,
but they have also been associated with positive psychological aspects. Practitioners of
MA&CS employ a variety of potentially dangerous techniques, depending on the style
of MA&CS, the context, and its characteristics (Green & Svinth, 2010), which has sometimes
led them to be seen as violent. On the other hand, the harm that these techniques
can inflict on an opponent, the high levels of self-regulation, and respect for others
has led to the positive belief that they can ‘build character’, and they are commonly
recommended for children and young people in order to develop positive aspects in the
physical, psychological and socio-affective dimensions (Tadesse, 2015). In children, as
with adults, MA&CS has been associated with control of negative emotions - such as
anger - although there is no conclusive evidence that practicing MA&CS has positive
social-psychological effects (Vertonghen & Theeboom, 2010).
The aim of this doctoral thesis was to study the relationship between the practice
of MA&CS and the emotion of anger. To achieve this, five studies were undertaken,
in using different methodologies depending on the study. The first study was a systematic
review, the aim of which was to analyse the evidence of the effects of engaging
in MA&CS on anger and aggression. The PRISMA protocol was followed and
the variables examined were: type of study and objectives; sample, interventions and
procedures; measurements and outcomes. Nine studies (three cohort studies and six
randomised controlled trials) were selected for inclusion. The review indicated that
there was generally no relationship between the practice of MA&CS and levels of anger
and aggression. However, traditional martial arts could be effective in decreasing
anger levels. Furthermore, the adult population and young people with behavioural
problems demonstrated a positive response to martial arts work. Caution should be
exercised with these results because the volume of studies was small and most of them
did not exhibit optimal methodological quality, although the potential of traditional
martial arts for anger reduction was noted.
The second—quantitative—study aimed to compare the levels of anger in MA&CS
practitioners according to age, educational level, experience and style of MA&CS practiced.
A total of 195 adult practitioners of six popular MA&CS: judo, Brazilian jiu-jitsu,
mixed martial arts, aikido, muay Thai and karate completed the State Trait Anger Expression
Inventory-2 (STAXI-2). Differences were found in the anger expression scale with respect to age, with the lowest scores from the oldest practitioners. On the other
hand, there were also small significant differences in the trait anger scale and the anger
reaction subscale according to style, with the aikido group having the lowest scores and
the muay Thai group the highest. These results did not allow a clear indication of a style
or styles of MA&CS with greater potential for reducing anger levels.
The third study was conducted over a period of six months to address a problem
that cross-sectional studies cannot answer; whether the practice of MA&CS increases or
decreases its practitioners’ anger levels. Eighty-two children participated, divided into
control and experimental groups (karate and judo). A cohort study was carried out, in
which the MA&CS instructors in charge of the intervention did not receive any specific
training or guideline but just followed their regular instructional style. The R-State
Anger Expression Inventory was used. Although significant differences were found between
pre-test scores for anger expression in the control and experimental groups and
between the pre-test and post-test scores for anger expression in the karate group, the
overall results show that MA&CS training in sports clubs had no effect on practitioners’
anger levels.
The fourth study was a qualitative study designed for young people at risk of social
exclusion, implementing some of the strategies of traditional martial arts based on the
results of the previous studies. The objectives were to analyse the effects of a martial arts
intervention on attitudes towards violence and to identify useful pedagogical strategies
in this type of program. Seven young people participated in 15 sessions over eight weeks.
Data was collected via individual interview, focus group, and teacher’s follow-up diary.
A decrease in attitudes towards violence was seen in the students who participated in
the intervention, and effective pedagogical strategies were also noted: physical contact,
engaging in games which included moments of calm, the figure of the instructor’s assistant,
and etiquette.
Finally, the fifth study also used a qualitative methodology. In this study, different
strategies common to traditional martial arts were used to verify whether the benefits
of these strategies could be extrapolated to a general population. The objectives were to
determine the progression of the emotion of anger in the students and to identify strategies
used that could reduce anger. A longitudinal study was designed for eight weeks
with university students. Seventy students participated by performing frequent practices
in some styles of MA&CS at the beginning of sessions in the Bodily Expression course.
Information was obtained from a focus group and the teacher’s follow-up diary. Students reported experiencing more positive emotions than negative ones, such as anger. The
use of music, slow movements, breathing practices, silence and meditation were perceived
as positive strategies for anger reduction.
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