Félix Varela: ética, patriotismo y libertad Nº 3, 2004, pp. 67-89 89 Dios?118. En este mismo sentido debe buscarse la vigencia de su frase: ?Cristianismo y libertad son inseparables?119. El sacerdote habanero enseñó a observar la necesaria relación dialéctica existente entre pensamiento científico y liberador, entre cultura y libertad. Nos habla de la necesidad de cultivar el pensamiento para la libertad, o, en otras palabras, como dijera más tarde Martí, de ser cultos para ser libres. No se debe olvidar que Varela combatió todo intento de tratar de resolver los problemas de la patria recurriendo a los favores de una nación extranjera, porque lo consideró indigno y porque siempre presintió el peligro que semejante conducta acarrearía para el suelo sagrado de la patria. Conquistar y preservar la independencia, y defender la patria de la ingerencia extranjera con el concurso voluntario de hombres libres son acciones medulares manifiestas en su pensamiento filosófico-político. Varela fue enfático al señalar que la independencia se sustenta en la libertad individual, centro de los derechos civiles y políticos, y que esta última se hace real superando con la ayuda de leyes las desigualdades naturales y sociales. Desde esta óptica elaboró su proyecto para la abolición de la esclavitud, cuya extinción consideró indispensable para lograr la unidad e identidad nacional necesarias para la realización de su proyecto liberador y construir una sociedad perfecta o independiente. Interpretar de otra manera sus ideas es, sin lugar a dudas, adulterarlas y faltar a la virtud con que, según él, el ideal patriótico se debe asumir. 118 VARELA, F. (1945). «Estado Eclesiástico de la isla de Cuba», en ?El Habanero. Papel Político, Científico y Literario?, T. I, No 2, Op. cit., p. 72. 119 VARELA, F. Cartas a Elpidio, Op. cit., T. 1, p. 39. Estudios Humanísticos. Historia. Nº 3, 2004, pp. 91-113 91 DEL EXTREMO ORIENTE AL NUEVO MUNDO. REFLEXIONES SOBRE POSIBLES PREDESCUBRI- MIENTOS Y ALGUNAS CONSIDERACIONES CRÍTI- CAS EXTRAÍDAS DE LA CARTOGRAFÍA (1474-1513) Jesús Mª PORRO GUTIÉRREZ Universidad de Valladolid RESUMEN: En esta investigación contrastamos algunas ideas e imágenes sobre el Extremo Oriente y su evolución hasta convertirse en la realidad de la primera fase de los descubrimientos geográficos americanos, exponiendo cuatro puntos: el prestigio de Toscanelli y su visión del Extremo Oriente; el reflejo de las expediciones portuguesas bordeando África y la imagen del Lejano Oriente en la cartografía de Martellus; las ideas colombinas y su derivación cartográfica; y la problemática planteada en torno a la información geográfica señalada en la carta marina de Piri Re?is. En ciertas interpretaciones cartográficas del Extremo Oriente de Martellus y la Suramérica de Piri Re?is subyace el trasfondo de posibles periplos predescubridores y ejemplos de protocartografía americana, como la teoría china expuesta por Menzies. PALABRAS CLAVE: época colombina, descubrimientos geográficos, Cartografía. ABSTRACT: This research is animed at recalling some ideas and representations of the Far East as well as at knowing their evolution, which led to the earliest discoveries in America. Four subjects are focused on: Toscanellis? prestige and his conception of the Far East; the reflection of Portuguese explorations around Africa and Martellus? cartography depicting the Far East; Columbus? ideas and their consequences for cartography, and the problems arisen from the geographical information provided by Piri Re?is? map. Some Martellus? ideas of the Far East, as well as Piri Re?is? ideas of South America, may be based on explorations previous to the great discoveries and on samples of mapmaking derived therefrom, as those considered by Menzies? Chinese theory. KEY WORDS: Columbus` period, Geographical Discoveries, Cartography. Nuestro objetivo en el presente trabajo consiste en precisar algunas ideas, relativas al ámbito del Atlántico y el Extremo Oriente, de la segunda mitad del siglo XV y plantear su relación con los primeros descubrimientos americanos, esbozando diversas consideraciones sobre varios mapas de la época, su importancia en el fenómeno descubridor y la posibilidad de apuntar ciertas hipótesis, utilizando la información contenida en algunos desarrollos cartográficos. Para ello, hemos establecido un marco cronológico simbólico, que refleja ?en las dos fechas señaladas- dos de los cuatro aspectos de la investigación, cada uno de los cuales Jesús Mª Porro Gutiérrez Estudios Humanísticos. Historia 92 representa ideas, personajes y mapas diferentes: en el primero centramos el desarrollo en Toscanelli, en el segundo en Martellus, en el tercero en la cartografía colombina y, en el cuarto, en el propio Colón y la carta Piri Re?îs; en este último apartado discutiremos y precisaremos algunas de las ideas cartográficas defendidas por Menzies en su ya famoso y polémico trabajo1. LA NEBULOSA DEL EXTREMO ORIENTE Y LA AUTORIDAD DE TOSCANELLI Sabido es que el conocimiento que los eruditos europeos del siglo XV tenían de las lejanas tierras del Oriente se basaba apenas en la divulgación de algunos relatos correspondientes a empresas mercantiles o misionales ?el caso más emblemático fue el de las experiencias de Marco Polo-, o en las imágenes proporcionadas por los mapas de la época, especialmente las cartas portulanas, con un desarrollo relativamente preciso del ámbito mediterráneo y decoroso de los litorales atlánticos de la Europa meridional y el África septentrional, pero bien pobre y ambiguo para el Extremo Oriente. Hasta la época de Toscanelli predominaban dos variantes cartográficas, respecto a la imagen que los europeos plasmaban del Lejano Oriente: una correspondía a una cierta tipología general (con pequeñas variantes), recogida en portulanos tales como los de Pietro Vesconte, Andrea Bianco, el Catalán-Estense o el Atlas Catalán2, y la otra al reputado modelo ptolemaico, recuperado y en vigor gracias a los estudios de humanistas bizantinos e italianos del siglo XV (mención particular merecen los trabajos de Manuel Chrysóloras y su discípulo Jacopo Angelo de Scarperia). La autoridad del geógrafo alejandrino era tan grande ?no sólo en el mundo cristiano, también entre los musulmanes- que, en los círculos ilustrados, sus teorías eran universalmente aceptadas; sin embargo, la imagen de la Tierra por él plasmada planteaba algunos problemas a intelectuales y geógrafos, como por ejemplo la comunicación terrestre afroasiática (convirtiendo el Océano Índico en un gigantesco lago) o la ausencia del litoral correspondiente al Extremo Oriente en su diseño cartográfico; aunque esta segunda cuestión parecía secundaria para los europeos de la época, diversas consideraciones estratégicas relativas a la política de descubrimientos geográficos y los intereses económicos la llevaron a un plano de actualidad. En teoría fue el médico florentino Paolo dal Pozzo (conocido como 1 MENZIES, G. (2003). 1421. El año en que China descubrió el mundo. Madrid: Grijalbo 2 Sobre el particular vid. PORRO, J.M. (2003). «La evolución de la cartografía medieval: la imagen del mundo desde la caída del Imperio Romano hasta el descubrimiento de América». Iacobus. Revista de estudios jacobeos y medievales. Sahagún (León), nº 15-16, pp. 241-282, especialmente 264 y 265 Del Extremo Oriente al Nuevo Mundo. Reflexiones sobre posibles predescubrimientos... Nº 3, 2004, pp. 91-113 93 Toscanelli) el primer erudito renacentista que se atrevió a configurar gráficamente ese espacio real, si bien desconocido y sugerente, al responder a una pregunta del monarca portugués Alfonso V sobre la viabilidad de la navegación hacia las Indias; el florentino acompañó su misiva (1474) con un mapa ?al parecer un diseño suyo3- argumentando la validez y brevedad de la navegación atlántica hacia Poniente, como ruta más adecuada para acceder al Extremo Oriente. Aunque no mencionó sus fuentes, el humanista debió tener en cuenta dos obras eruditas por entonces muy reputadas la Historia rerum ubique gestarum de Eneas Silvio Piccolomini (quien luego fuera el pontífice Pío II) y la Imago Mundi del cardenal francés Pierre d? Ailly, además de las ya famosas memorias de Marco Polo (el Libro de las Maravillas o Millione) y, presumiblemente, las impresiones del largo periplo de Nicolo Conti por el Océano Índico. Ahora bien, no se tiene constancia de que el aventurero y mercader veneciano elaborara mapa alguno, por lo que es razonable pensar que o bien Toscanelli dibujó ?es decir creó- su propio diseño cartográfico o bien contó con una fuente enigmática y valiosa: el desconocido mapa que varias décadas atrás (1428) llevó (desde Venecia) el Infante D. Pedro a su hermano D. Enrique ?el Navegante-, de vuelta de un largo viaje por diversas cortes europeas; puesto que fue objeto de secreto de Estado, el ejemplar luso nunca fue divulgado ? quizás Toscanelli consultó el original veneciano, pues el de D. Pedro debió de ser una copia- y sólo sabemos de su existencia por algunas referencias documentales4. Sí se puede reconstruir ?hipotéticamente, es decir con la correspondiente cautela- el contenido general del mapa ?toscanelliano?: consistiría en una carta plana, realizada con sistema de cuadrícula, en la cual su delineado se reduciría a los perfiles meridionales europeos y septentrionales africanos del Atlántico (en la parte derecha), complementados con los asiáticos (en la izquierda); lo novedoso ?aparte de la representación del Extremo Oriente- era el acortamiento de la anchura oceánica tradicional ptolemaica, más evidente al ensanchar la parte china (las tierras correspondientes al Cathay y Mangi) con un amplio entrante en el océano, a la derecha del cual aparecerían diversas islas míticas y el Cipango de Marco Polo (Japón), y cerca del litoral euroafricano los ya conocidos archipiélagos luso- castellanos (Azores, Madeira, Canarias y Cabo Verde); casi equidistantes entre el 3 Sabemos que no se trató de la célebre carta genovesa de 1457 (para unos anónima y según otros elaborada por el propio Toscanelli), sino de un diseño exclusivo del ámbito atlántico y sus litorales, perdido hace bastante tiempo y del que sólo conocemos varias reconstrucciones hipotéticas, realizadas por diversos especialistas 4 Tal es el caso de la poco conocida crónica de Antonio Galvâo (siglo XVI) sobre las empresas de la India (Tratado ... dos diversos e desvayrados caminhos ... da India ... Porto: Livraria Civilizaçâo, 1944) Jesús Mª Porro Gutiérrez Estudios Humanísticos. Historia 94 Cipango y las mencionadas islas se encontrarían las de Antilia ?en la latitud de las Canarias- y San Brandán ?algo más al sur de la de Cabo Verde- con una pequeña diferencia de longitud entre ellas. Según ese planteamiento geográfico, la travesía atlántica sería factible realizando dos o tres escalas (Madeira o Canarias, Antilia o San Brandán y Cipango) antes de acceder a la costa china. En definitiva, aunque el diseño de Toscanelli respondió apenas a un boceto (más teórico que técnico), sus ideas fueron muy respetadas durante las siguientes décadas, influyendo no sólo en intelectuales y humanistas, sino también en geógrafos, pilotos y cartógrafos, siendo los casos más representativos los de Martellus, Behaim y Colón5. LA CARTOGRAFÍA DE MARTELLUS Y SU PROBLEMÁTICA APORTACIÓN Siendo menos conocido y más teórico el mapa de Toscanelli que el de Martellus, no plantea los problemas de éste último respecto a su interpretación del ámbito más enigmático: el Extremo Oriente. Tal interesantísimo documento gráfico fue la consecuencia de la culminación de la primera fase de las exploraciones portuguesas en África, cuando Bartolomeu Días dobló (en el cambio del año 1487 a 1488) la punta meridional del continente, dejando abierta la ruta hacia la India. Curiosamente, pese a la férrea política de sigilo practicada por la corte lusa, las novedades cartográficas más importantes aportadas fueron recogidas poco después ?en 1489 y 1490- por Heinrich Hammer, un experto cartógrafo alemán que había trabajado durante algunos años en el grupo del erudito eclesiástico Nicolás de Cusa y después se trasladó a Italia ?donde fue protegido por Hercule d?Este, Duque de Ferrara- continuando con su actividad en Florencia y Roma, siendo conocido por la forma latina de su nombre y tierra de procedencia: Henricus Martellus Germanus. La primera diferencia apreciable respecto al diseño de Toscanelli ?exclusivamente atlántico- correspondía al carácter de planisferio de los de Martellus (pues elaboró cuatro versiones diferentes) y la segunda afectaba al planteamiento del Extremo Oriente. 5 Colón se jactó de haber consultado su plan con el sabio florentino y tal posibilidad todavía cuenta con defensores y acérrimos detractores en la comunidad científica. La supuesta misiva de Toscanelli a Colón (respondiendo a otra suya) contenía ?según Las Casas en su Historia de las Indias- un traslado de la enviada en 14747 a Fernâo Martins; vid. PÉREZ DE TUDELA, J. (coord.) (1994). Colección documental del Descubrimiento. Madrid: RAH-CSIC-Fundación Mapfre América, tomo I, pp. 18-22 Del Extremo Oriente al Nuevo Mundo. Reflexiones sobre posibles predescubrimientos... Nº 3, 2004, pp. 91-113 95 El ejemplar de Londres es el más inquietante ?por lo que nos centraremos en él- de los cuatro planisferios6 que parten del modelo clásico ptolemaico, distanciándose en dos ámbitos: el africano y el oriental-meridional asiático. Respecto a los litorales africanos, hay que diferenciar la fachada atlántica, muy técnica en la parte septentrional (desde el Estrecho de Gibraltar hasta el Golfo de Guinea), con buen desarrollo de los archipiélagos, y un planteamiento limitado si bien decoroso del amplio espacio situado entre el mencionado Golfo y el Cabo de Buena Esperanza ?realidad que insinúa un cierto conocimiento de los periplos de Diogo Câo y Días-, y la fachada índica, con un primer tramo (desde el Mar Rojo hasta la altura de Rapta) claramente ptolemaico y un segundo hipotético ?por la falta de las pocas referencias portuguesas, al no conocer los resultados del informe de Pero de Covilhâ- y desprovisto de topónimos (frente a su abundancia en la parte occidental); el aspecto más interesante es la plasmación de la comunicación interoceánica, recogida en el extremo inferior del mapa; el fragmento central y el meridional del continente adolecen de una exagerada inflexión oblicua (en sentido noroeste-sureste), respondiendo quizás a un resabio arcaizante, pues al eliminar el cierre terrestre meridional en el Océano Índico quedaría un hueco inmenso, y la doble oblicuidad africana y del Extremo Oriente sur permiten suavizar ese planteamiento. El trazado del continente asiático es claramente congruente con el de Ptolomeo salvo la mencionada novedad del Lejano Oriente que, presenta una pequeña variante en el tramo de Levante (al delinear el hipotético litoral, frente al cierre terrestre del alejandrino) y otra más considerable en la parte meridional, pues al plasmar la apertura índica aparece una enorme e interesante península (de la cual sólo el litoral occidental es ptolemaico), muy ancha y casi rectilínea en su zona septentrional, para luego adelgazarse notablemente a medida que adquiere una forma oblicua, en sentido noreste-suroeste, y un remate casi triangular. La influencia portuguesa es evidente en el planteamiento africano, siendo más variadas las fuentes en el asiático (Ptolomeo, Toscanelli, Marco Polo y Nicolo Conti); ahora bien ¿de donde pudo obtener Martellus la idea y en quien inspirarse para su peculiar diseño del Extremo Oriente meridional? La fuente más logica sería el propio Conti, con la autoridad de su largo periplo índico (1414-1437), aunque ?recordemos- no consta que elaborara diseños cartográficos, pero hay otras posibilidades: ¿quizás supo Martellus del citado mapa veneciano que el Infante D. Pedro llevó a Portugal? ¿contenía acaso un trazado similar?; tampoco es 6 Son ellos el mapa mural de la Biblioteca Beineck de la Universidad de Yale y los tres manuscritos (con ligeras variantes) del Insularium Illustratum Henrici Martelli Germani, conservados en el Museo Británico, la Biblioteca Central de la Universidad de Leiden y la Biblioteca Laurenziana de Florencia Jesús Mª Porro Gutiérrez Estudios Humanísticos. Historia 96 desdeñable la posible influencia del geógrafo árabe Juwarizmi quien, en su Libro de la imagen de la tierra (833) ?un estudio sistemático de la obra de Ptolomeo- fue el único teórico musulmán que planteó la existencia de la citada península; incluso pudo saber Martellus ?por su ámbito geográfico, cultural y lingüístico de procedencia- de los trabajos realizados por el grupo de la Universidad de Viena y el monasterio de Klosterneuburg, en ese caso, ¿se inspiró en desarrollos cartográficos como el del monje Andreas Walsperger o los discarios anónimos de Viena y Zeit7 (únicos mapas europeos conocidos que reflejaban la península meridional del Extremo Oriente)?; otra teoría hay más inquietante ?y no poco polémica-, consistente en la posibilidad de que la península sea una representación protocartográfica de Suramérica -un grupo de intelectuales argentinos ha defendido tal interpretación8 y Gallez ha creído identificar los elementos más relevantes de la red hidrográfica suramericana en el ejemplar londinense de Hammer9-, argumentación que no compartimos, intentando explicar nuestra idea sobre una errónea interpretación del espacio Península de Malaca-Golfo de Tailandia-Isla de Java, arrastrada desde los tiempos de Marino de Tiro y Ptolomeo10. El propio Menzies cree que los chinos pudieron proporcionar algún tipo de información cartográfica notable a Conti11, ¿acaso nos indicaría esa posibilidad que quizás el controvertido diseño de Martellus pudo obedecer a la filtración de datos o imágenes reflejados en la cartografía china a raíz del polémico viaje de 1421-1423? Esta hipótesis resulta poco probable, pues si bien no hay problema para reconocer que Conti pudo recibir información sobre cartografía china del Índico ?en Calicut, en el citado 1421- ¿cómo iba a tenerla sobre Suramérica, en un momento en que la 7 El mapa de Walsperger fue delineado en Constanza, en 1448 y se conserva en la Biblioteca Apostólica Vaticana; el denominando anónimo de Viena lleva por título Nova Cosmographia per totum circulum y lo custodia el monasterio de Klosterneuburg; el conocido como mapa de Zeit se encuentra en la Stifftsbibliothek de dicha localidad 8 Vid. GANDÍA, E. DE (1942). Primitivos navegantes vascos. Buenos Aires; IBARRA GRASSO, D.E. (1970). La representación de América en mapas romanos de tiempos de Cristo. Buenos Aires; GALLEZ, P. (1990). La cola del dragón. América del Sur en los mapas antiguos, medievales y renacentistas. Bahía Blanca: Instituto Patagónico 9 GALLEZ [8], cap. VII, pp. 90-94, tesis ya defendida en (1975). «Les grands fleuves d?Amerique du Sud sur le ptolémée londonien d?Henri Hammer (1489)». Erdkunde. Bonn, nº 29 10 PORRO, J.M. (2001). «La cartografía ptolemaica del sureste asiático y su variante martelliana: planteamiento, consideraciones críticas y desarrollo de una hipótesis reinterpretativa». Revista Complutense de Historia de América. Madrid, nº 27, pp. 327-356 11 MENZIES [1], cap. 4, pp. 111-114, donde expone que, en 1421, coincidió el veneciano en Calicut con gentes de la gran flota de Zheng-He, en una de sus escalas Del Extremo Oriente al Nuevo Mundo. Reflexiones sobre posibles predescubrimientos... Nº 3, 2004, pp. 91-113 97 flota del tesoro todavía no había atracado en un puerto africano? (es decir que aún no podían haber doblado el Cabo de Buena Esperanza). LA CARTOGRAFÍA COLOMBINA La cartografía de Martellus influyó en buena parte de los intelectuales, pilotos y cartógrafos de los siguientes años;, entre ellos estaban Colón y Behaim que, si bien fueron coetáneos residiendo ambos en Portugal, no manifestaron conocimiento cada uno de las ideas geográficas y proyectos del otro: el mismo año que Behaim realizó -por encargo del ayuntamiento de Nüremberg- su diseño de globo terrestre12, partía Colón por primera vez hacia América y al siguiente, el bohemio regresaba a Lisboa proponiendo al monarca Juan II un proyecto similar al de Colón (sin tener noticia del de éste y su éxito, ni de su inminente regreso a las Antillas). Cuando Colón emprendió su ansiado viaje hacia el Extremo Oriente (agosto de 1492) tenía bien presentes las ideas de Toscanelli y pensaba seguir el esquema general de ese plan (después de la escala en Canarias, debería hacer otra en Antilia o alguna de las islas situadas supuestamente a medio camino de la costa china), si bien le inquietó no hallar tierra durante el trayecto; aunque procuró disimular, solicitó el parecer de Martín Alonso Pinzón con quien cambió impresiones sobre una carta marina13 (es decir, una carta portulana). Parece razonable pensar que se trataba de la famosa y enigmática carta que el piloto había guardado celosamente y utilizaba ahora como referencia durante su viaje; puesto que su contenido y delineado no trascendió posteriormente, ¿qué aspecto y contenido pudo tener esa carta? El marino e historiador francés Charles de La Roncière creyó identificarla, pero la que él defendió como tal14 -aunque bien pudo ser de factura colombina- no se ajusta a las características que debió tener la usada en el periplo, pues la pretendida contiene el delineado de casi toda Europa y buena parte de África ? 12 Para un estudio de las ideas geográficas reflejadas en el globo vid. MURIS, O. (1943). «Der Erdapfel des Martin Behaim». Ibero-Amerikanisches Archiv. Berlín, nº 17. Respecto a las andanzas del personaje y su plan, CALERO, F. (1996). «Jerónimo Münzer y el descubrimiento de América». Revista de Indias. Madrid, nº LVI, pp. 279-296, y algunas reflexiones en PORRO, J.M. (2000). «La labor cartográfica de la escuela de Nüremberg durante la primera etapa de los descubrimientos americanos», en Fernando Oliveira e o Seu Tempo: Humanismo e Arte de Navegar no Renascimento Europeu (1450-1650). Cascais: Patrimonia, pp. 377-394 13 En el diario del Primer Viaje ?versión de Las Casas- se habla (25 de septiembre) de ?una carta ... donde, segund pareçe, tenía pintadas el Almirante ciertas islas por aquella mar?, COLÓN, C. (1986). Los cuatro viajes. Testamento. Ed. de C. VARELA. Madrid: Alianza Editorial, p. 54 14 La custodia la Biblioteca Nacional de París. Vid. LA RONCIÈRE, C. DE (1924). La Carte de Christophe Colomb. París Jesús Mª Porro Gutiérrez Estudios Humanísticos. Historia 98 faltan el tramo más oriental y el meridional-, pero su espacio atlántico es más bien reducido, en él no figuran islas con un delineado ya ?clásico? como Antilia, Siete Ciudades o San Brandán y no hay ninguna alusión al Cipango ni al Extremo Oriente. Es probable que la carta de Colón se ajustara no sólo al contenido de la de Toscanelli, sino incluso a sus perfiles, aunque no debemos descartar la posibilidad de que el delineado del Extremo Oriente ofreciera una imagen mixta entre la del florentino (en la parte del Cathay y Mangi) y la de Martellus (con la ?revolucionaria? aportación de la península meridional); es evidente que hacia la mitad de la extensión oceánica debía encontrarse alguna isla y la representación general debió estar enmarcada en un sistema de cuadrícula. Otra posibilidad ? aunque difícil por su condición de poco accesible- estriba en que contuviera alguna idea, perfil o dibujo extraídos de la que varias décadas atrás regalara D. Pedro a su hermano D. Enrique. Nada más sabemos de la carta colombina, excepto que Colón debió de verse en la tesitura de desecharla en cuanto los conocimientos geográficos acopiados durante sus dos primeros viajes le persuadieron de que su planteamiento oceánico no era correcto. La labor de reconocimiento efectuada en el ámbito antillano durante el primer viaje creó no pocas dudas en Colón sobre la geografía real de aquel espacio: pensaba si los litorales septentrionales de Cuba y La Española podían corresponder a los de Cipango y el Cathay; todavía estaba confuso cuando decidió regresar. Una de las consecuencias de la puesta en práctica del proyecto colombino fue el estallido de la disputa diplomática entre Castilla y Portugal por la soberanía de lo descubierto; ello motivó que los Reyes Católicos instaran a Colón a elaborar una carta náutica que incluyera el ámbito atlántico conocido y todo lo descubierto por él, para poder maniobrar con un mejor criterio en la petición de las bulas; pero además debía incluir el meridiano de demarcación que deseaban fijar los Reyes, por lo que también debía ser graduada15. La petición real causaría dificultades al Almirante por varios motivos: en primer lugar, contaba únicamente con dos referencias directas (suyas), el boceto que diseñara sobre la parte noroeste de la isla Española ?no válido por su reducido ámbito geográfico-, y su carta atlántica (la utilizada en el viaje), que tampoco servía, pues al no haber encontrado ninguna isla 15 Carta de los Reyes Católicos a Colón fechada en Barcelona el 5 de septiembre de 1493, en Colección documental del Descubrimiento [5], tomo I, nº 174, pp. 488-490: ?que lo que esta en medio ... fasta la raya que vos dixisteis que deuia venir en la bulla del papa ... vos rogamos que luego nos enbieys vuestro paresçer en ello, porque si conviniere y os paresçiere ... se hemiende la bulla... Y porque para bien entenderse mejor este vuestro libro avriamos menester saber los grados en que estan las yslas y tierra que fallasteis y los grados del camino por donde fuysteis, por seruiçio nuestro que nos lo enbieys luego y asy mismo la carta que vos rogamos que nos enbiasedes ... muy conplida y escriptos con ella los nonbres y sy vos paresçiere que non la deuemos mostrar nos lo escreuid? Del Extremo Oriente al Nuevo Mundo. Reflexiones sobre posibles predescubrimientos... Nº 3, 2004, pp. 91-113 99 en el trayecto hasta llegar a las Lucayas, las que figuraban en su mapa no parecían reales; en segundo lugar Colón no tenía referencias fiables sobre la morfología litoral del Extremo Oriente; por último, la solicitud de que la carta fuera graduada añadía una dificultad extrema al encargo, pues en mar abierto el cálculo de la latitud no podía ser tan fiable como en uno cerrado (el Mediterráneo por ejemplo) y no había manera de establecer la longitud con los rudimentarios medios de la época. Tan complicado era el pedido, que el Almirante no pudo satisfacerlo entonces, por lo que aprovechó el reconocimiento del entorno antillano, tras su segundo viaje, para acopiar toda la información posible y luego, durante dos meses (noviembre de 1493 a enero de 1494) elaborar la carta general de los descubrimientos, completada con diversos datos proporcionados por los bojeos de sus capitanes. ¿Cómo sería aquel mapa?16 Únicamente podemos intentar deducir su aspecto utilizando los datos que Colón proporcionó a los Reyes por carta17: la representación era plana, con sistema de cuadrícula (al estilo de Toscanelli) y la escala de latitudes y longitudes seguía el módulo de Ptolomeo (Colón lo transmitió en millas, transformando los valores en leguas marinas); en la parte derecha figuraban los litorales de la Península Ibérica y África, en la izquierda las nuevas islas descubiertas por el Almirante (suponemos que también el perfil imaginario del Extremo Oriente); un meridiano, trazado a la altura de la ciudad de la Isabela, separaba las tierras descubiertas en cada uno de los viajes; otra característica interesante, si bien errónea, es la correspondencia latitudinal entre las islas Española y Gomera18, luego la disposición de los archipiélagos atlánticos no debió diferir mucho de la del posterior planisferio de La Cosa que manifiesta idéntica anomalía; en cuanto a las referencias de latitud19 no podemos saber si Colón tuvo 16 Se trata de un documento que ni fue hecho público ni ha sido encontrado, así que no conocemos su diseño de islas y tierras. Colón manifestaba: ?todas estas islas, que agora se an fallado, enbio por pintura con las otras del año pasado y todo en una carta que yo compuse?, vid. COLÓN, C. (1989). Carta-Relación del Segundo Viaje de exploración a América y colonización de la isla Española, en RUMEU DE ARMAS, A. (ed). Manuscrito del Libro Copiador, Madrid: Tábula-América, tomo II, p. 451 17 Vid. algunos comentarios en nuestro trabajo «Las políticas portuguesa y castellana en el fenómeno descubridor: diplomacia y espionaje. La Cartografía (1492-1500)», ponencia presentada al X Congreso de la Asociación Española de Americanistas, celebrado en Sevilla en julio de 2002 18 Carta-Relación del Segundo Viaje [16], p. 462: ?como la pintura hará magnifiesto ... aquí, en La Ysavela estamos más distante de la línea yquinoçial, veinte y seis grados, que todo es con las yslas de Canaria, en espeçial de la Gomera, en un paralelo y no difierençia en la latitud, salvo treinta minutos? 19 El cálculo de la latitud y la cuestión de la declinación magnética estaban directamente relacionados con el desarrollo y la orientación de las cartas portulanas. Sobre el particular vid. Jesús Mª Porro Gutiérrez Estudios Humanísticos. Historia 100 en cuenta los efectos de la declinación magnética ?que sí observó y consignó en el diario del Primer Viaje- y realizó la pertinente corrección, respecto a la longitud es inútil intentar imaginar los valores, pues la navegación colombina se hizo ?a la estima? e ignoramos cual fue el punto de referencia (¿Lisboa?). Es razonable imaginar que los Reyes Católicos debieron usar la información cartográfica proporcionada por Colón en las negociaciones conducentes al Tratado de Tordesillas; sin embargo, una vez superados los esfuerzos diplomáticos que motivaron su firma, todavía solicitaron los Monarcas a Colón más datos y una mayor precisión respecto al contenido de su mapa20, por lo que el Almirante continuó con sus reconocimientos de cabotaje, ampliando su radio de acción a Jamaica y el sur de Cuba, si bien volvió a dar prioridad a sus ideas preconcebidas sobre la realidad geográfica antillana, imaginando ?en Cuba- encontrarse en algún lugar del Extremo Oriente21. En la corte castellana la preocupación era evidente, ante la posibilidad de que los portugueses pudieran llegar antes al Cathay, utilizando la ruta de la India, pues al acceder al trono D. Manuel ?el Afortunado- ordenó el apresto de una armada para culminar el viejo y anhelado proyecto índico. De ahí las urgencias manifestadas y que, apenas una semana después de la llegada de Vasco da Gama a Calicut ?mayo de 1498-, partiera Colón por tercera vez hacia sus lejanos descubrimientos de Poniente; esperanzado de hallar tierra continental eligió un rumbo suroeste-oeste, al acceder al Golfo de Paria los expedicionarios contemplaron diversos caños del caudaloso Orinoco en su delta, pensando el Almirante que había localizado uno de los cuatro ríos bíblicos del Paraíso LAGUARDA TRÍAS, R. (1974). «El enigma de las latitudes en Colón». Cuadernos Colombinos (Valladolid), nº 4 20 ?Algo más querríamos que nos escribiésedes, ansí en que sepamos cuántas islas fasta aquí se han fallado, y a las que habeis puesto nombres, qué nombre a cada una. Porque aunque nombráis algunas en vuestras cartas, no son todas, y a las otras los nombres que les llaman los indios, y cuánto hay de una a otra?, Real Cédula de 16-VIII-1494 en Colección documental del Descubrimiento [8], vol. II, nº 219, pp. 658-660 (cit. en 659) 21 En su Carta-Relación del viaje de exploración a las islas Española, Cuba y Jamaica, fechada en La Isabela el 26-II-1495, Manuscrito del Libro Copiador, tomo II, p. 493, expresa Colón: ?... fui a la ysla de Jamayca ... y dente bolví a la tierra firme, y seguí la costa della al poniente LXX días [sic], fasta aver pasado a estar mui çerca de la Urea Cheroneço y sé mui çierto que yo estava en la tierra firme, y pasado todas las yslas, y çertificar que la Juana no es ysla ...? Del Extremo Oriente al Nuevo Mundo. Reflexiones sobre posibles predescubrimientos... Nº 3, 2004, pp. 91-113 101 Terrenal22, tras bojear la Península de Paria Colón llegó a la costa sur de La Española; allí alegó que elaboraría un mapa, enviándolo junto con la relación del viaje23. Puesto que no se ha conservado, su autor no proporcionó ningún dato ni se menciona en otros documentos, ¿qué aspecto pudo tener? La única manera de intentar su reconstrucción es mediante el estudio de la Carta del Mar Océano de Piri Re?îs, de 1513 (vid. último apartado). A mediados de 1501 había aumentado la inquietud de los Reyes Católicos ante los adelantos experimentados por los lusos en la empresa de la India y el temor a una posible injerencia inglesa en el ámbito de los descubrimientos castellanos; además, D. Manuel había contratado a un navegante experimentado, Vespuccio, buen conocedor de los periplos oceánicos de Poniente. La nueva política de contención incluyó la concesión de capitulaciones a individuos ya destacados (Ojeda, Pinzón y Lepe), además de la recuperación de Colón de quien se valoraba particularmente su notable experiencia. Por ello el Almirante recibió el encargo de realizar un nuevo viaje (el cuarto), zarpando en mayo de 1502, con la misión de adelantarse a los portugueses en la llegada a las ricas islas de las especias. El propio Colón consideraba que aquel debía constituir el definitivo, cara a los descubrimientos; fiel a sus ideas pensaba que tenía dos opciones: navegar por la zona septentrional de Cuba, intentando hallar un paso hacia el suroeste que permitiera acceder a Ciamba y de ahí a la Especiería, o bien explorar el tramo al oeste de Coquibacoa en busca del ansiado estrecho. Una vez en La Española eligió la segunda posibilidad, presumiblemente reafirmándose en su inquebrantable planteamiento geográfico, con la tentación y la esperanza de acceder al istmo de Cattigara; tras dirigirse a Jamaica viró al suroeste alcanzando las islas Guanajas, luego costeó al sur el litoral centroamericano en busca del Ciguare, creyendo ver indicios del Extremo Oriente en las descripciones y algunos bienes de los nativos24; 22 Recordemos que en la mayoría de los mapas medievales cristianos (beatos, de T en O y discarios) se ubicaba el Paraíso Terrenal en el Extremo Oriente, siendo tal lugar el punto de referencia de los mapas (de ahí la expresión orientar) 23 Diario del Tercer Viaje, en Los cuatro viajes [13], p. 247: ?enbiaré a Vuestras Altezas esta escriptura y la pintura de la tierra? 24 En la Carta-Relación del Cuarto Viaje de descubrimiento y exploración de América Central, Los cuatro viajes [13], pp. 279-296, mencionaba Colón: ?Llegué a tierra de Cariay, adonde me detuve a remediar los navíos y bastimentos ... Allí supe de las minas del oro de la provincia de Çiamba, que yo buscava. Dos indios me llevaron a Caramburú ... Nombráronme muchos lugares en la costa de la mar, adonde decían que avía oro y minas; el postrero era Beragna ... la provinçia de Ciguare ... Allí dicen que ay infinito oro ... todos conocieron la pimienta ... usan tratar en ferias y mercaderías ... dicen que la mar boxa a Ciguare, y de allí a diez jornadas es el río de Gangues? Jesús Mª Porro Gutiérrez Estudios Humanísticos. Historia 102 su determinación era tan grande que le llevó a afrontar fuertes vientos y tempestades, pero a la altura del Cabo Mármol, con los barcos atacados por la polilla, debió renunciar a seguir pese a su obstinación25; ni siquiera pudo llegar a La Española y a duras penas pudo refugiarse en Jamaica, en junio de 1503. Aunque se desilusionó ante la ausencia de las esperadas riquezas26, pese al fracaso experimentado en aquel viaje, Colón mantenía tercamente su idea sobre la geografía de la zona y creía haber recorrido un tramo del litoral asiático, no lejos del Cathay o de Ciamba, fiándose de sus erróneas interpretaciones de los informes indígenas, la práctica de sus navegaciones y sus lecturas de clásicos27. Aquel accidentado periplo tuvo, como contrapartida, algunas repercusiones cartográficas; hay constancia de que el propio Almirante diseñó una carta ?la tuvo su hermano Bartolomé, según Anglería y debió perderse con rapidez, pues no hay descripciones sobre ella-, para cuya reconstrucción es preciso basarse en los apuntes de su hermano (parece lógico suponer que las ideas geográficas de ambos debían estar en consonancia), que reforzarían la valiosa información aportada por la carta de Piri Re?îs (suponemos que esa sería la base de su diseño cartográfico). Afortunadamente contamos con esos apuntes (en forma de croquis) de Bartolomé, quien también participó en el viaje, con lo que podemos hacernos una mejor idea de la concepción asiática-antillana de los Colón; se trata de dos bocetos28 (uno del espacio atlántico y otro del índico) cuyo desarrollo cartográfico supone un planteamiento híbrido entre el Extremo Oriente de Toscanelli ?se aprecian los peculiares perfiles de su gran península de Cathay y Mangi-, el doble espacio Índico-extremo meridional asiático en Martellus ?con la novedad de la inclusión de una India peninsular y su consiguiente duplicación territorial- y la idea colombina de prolongación del litoral sur de Cuba, conectándolo con el de Centroamérica y la parte septentrional de Suramérica, rotulada Mondo Novo, encima de la cual ?en el 25 Carta-Relación del Cuarto Viaje, Los cuatro viajes [13], pp. 288-289: ?Llegué a treçee de mayo en la provincia de Mango, que parte con aquella de Catayo ... perdido del todo de aparejos y con los navíos horadados de gusanos ... y la gente tan acobardada y perdida, passé algo adelante? 26 Ibidem, p. 290: ?La gente de que escribe Papa Pío, según el sitio y señas, se a falado, mas no los cavallos, pretales y frenos de oro; ni es maravilla, porque allí las tierras de la costa de la mar no requieren salvo pescadores? 27 Ibidem, p. 283, ?esto que yo supe por palabra avíalo yo sabido largo por escrito. Ptolomeo creyó de aver bien remedado a Marino, y ahora se falla su escritura bien propincua al cierto ... El mundo es poco; el injuto d?ello es seis partes, la séptima solamente cubierta de agua? 28 Realizados presumiblemente durante el viaje o bien corregidos y trasladados poco después de finalizar el mismo, fueron incluidos por Alejandro Zorzi en su impresión italiana de la carta de Colón, en 1506, y reproducidos en su manuscrito de 1522 Del Extremo Oriente al Nuevo Mundo. Reflexiones sobre posibles predescubrimientos... Nº 3, 2004, pp. 91-113 103 centro del mapa- aparecen las islas antillanas descubiertas; en ambos bocetos figuran topónimos generales, más los asignados a la zona explorada (isla Banassa ? Guanajas-, Terra Baxa, Punta de Consuela, Cabo della Serpe, Cariai, Carambaru, Beragna o Beragnia ?Veragua-, P. Gordo o Porto Grosso, Belporto -Portobelo-, Bastimentos y Retrete), mezclados con algunos ya clásicos del Extremo Oriente (Serici Montes, Sinarum Situs, Cattigara). Como curiosidad podemos señalar las diferencias evidentes, en el trazado de los litorales correspondientes a Cathay y Mangi, entre ambos mapas, suponemos que por seguir en el del ámbito atlántico la pauta de Toscanelli (con la angulosidad producida por la enorme península) y en el índico la de Martellus (con un perfil más suave y ovalado). EL MAPA DE PIRI RE?ÎS: LA POLÉMICA SURAMERICANA Y LAS DIFERENTES INTERPRETACIONES La enigmática Carta del Mar Océano de Piri Re?îs29, elaborada en 1513, debe ser el ejemplar más parecido a la que confeccionó Colón en 1498 actualizada a su tercer viaje. La cuestión de las diversas fuentes utilizadas para su plasmación no ha podido ser aclarada aún: Piri Re?îs fue un cartógrafo turco ?reputado entre los suyos- que contó con una información privilegiada y no poca fortuna30, pues completó las referencias básicas que tenía del ámbito atlántico con datos extraídos de veinte planos y ocho mapamundis, reuniendo una colección indeterminada de mapas en su obra Kitabi Bahriye (colección marítima -de la que se conservan dos ejemplares sobre América: el mapa general de 1513 y el de Norteamérica oriental de 1528-). La carta de 1513 constituye un auténtico compendio de los descubrimientos geográficos de la época, pero también sorprende por la representación de algunos elementos que técnicamente no responden a la lógica de ámbitos oficialmente no conocidos por aquellos años. Estudiosos de la historia de los descubrimientos y eruditos han procurado adoptar una actitud de prudente reserva en lo tocante a la interpretación de la realidad geográfica mostrada por la carta, pero algunos individuos de círculos académicos y no pocos aficionados han seguido una postura más audaz, esbozando diversas teorías, algunas muy sugerentes y no poco polémicas. Puesto que resulta muy difícil sustraerse a la tentación de la carta, aquí intentaremos limitarnos a exponer el marco general de 29 Se conserva en el Museo Topkapi Saray de Estambul 30 Su tío Kemal, almirante de la flota turca, obtuvo en 1501 información ?y quizá un mapa- de un marino español (prisionero) que había participado en los tres primeros viajes colombinos; así pudo Piri Re?is elaborar su carta, que Kahle considera copia de una de Colón de 1498 (por consiguiente actualizada al Tercer Viaje); vid. Paul KAHLE: Die Verschollene Columbus-Karte von 1498 in einer Turkischen Weltkarte von 1513. Berlín, 1933 Jesús Mª Porro Gutiérrez Estudios Humanísticos. Historia 104 los elementos representados, algunas de las ideas defendidas y nuestra interpretación cartográfica de la geografía americana plasmada (la única parte problemática, puesto que la vertiente euro-africana no lo es). Al observar la Carta lo primero que destaca es su representación global en torno al espacio central y meridional atlántico; no debió ser así en principio, pues el borde derecho presenta claras muestras de mutilación, por lo que presumiblemente el ámbito delineado debía prolongarse hacia el este, si bien no sabemos hasta donde (las posibilidades están abiertas desde la representación total de la costa occidental africana hasta un desarrollo completo de la zona más meridional del Extremo Oriente). La parte nororiental acusa un trazado bastante técnico, con la Península Ibérica, el noroeste de África y los archipiélagos conocidos (Azores, Madeira, Canarias y Cabo Verde); resulta razonable pensar que las fuentes aquí utilizadas fueron predominantemente luso-castellanas (alguna de las cartas portulanas de las últimas décadas del siglo XV, quizá también con algún aporte veneciano o genovés). El extremo opuesto del mapa corresponde al ámbito ?clásico? del Lejano Oriente, con elementos arcaizantes extraídos de Toscanelli y Behaim, pero con la ?modernización? operada por la inclusión y rectificación de datos colombinos; se trata de un espacio ecléctico que merece una reflexión más detenida; aparentemente parece haber una continuidad entre el litoral oriental asiático y el septentrional de Suramérica, situándose en ese ángulo los elementos más característicos de la geografía antillana. Aquí estimamos conveniente rebatir una interpretación, así como precisar los planteamientos de otra. Respecto a la primera, se basa en considerar que la representación antillana manifiesta un giro de noventa grados hacia la izquierda en sus componentes, con lo cual la gran isla sería Cuba, la siguiente en tamaño La Española y el tramo litoral correspondería una parte a la vertiente caribe de Centroamérica y la otra ?algo más grande- a la costa septentrional de Suramérica; no parece aceptable esta teoría, pues el único planteamiento geográfico que encajaría razonablemente con la realidad sería el del litoral suramericano citado ?si bien entonces se produciría una extraña duplicación, manifestada con el siguiente tramo-, pero habría que violentar la dirección y orientación de la tierra centroamericana y el perfil de las teóricas islas de Cuba y Española no plantea una mínima similitud con el real (vid. figura nº 1). Parece más prudente optar por la hipótesis de una elaboración basada en una mezcla entre el Extremo Oriente ?clásico? y la realidad antillana, lo que nos conduce a la precisión que apuntábamos antes: en las últimas décadas varios estudiosos han mantenido la idea de que la gran isla representada corresponde tanto a La Española como al Cipango ?evidentemente por las dudas que asaltaron a Colón durante sus reconocimientos del Primer Viaje-, con lo cual la península situada al noroeste denotaría la idea colombina de la Cuba continental y la isla de tamaño mediano Del Extremo Oriente al Nuevo Mundo. Reflexiones sobre posibles predescubrimientos... Nº 3, 2004, pp. 91-113 105 situada debajo de Cipango-La Española sería Puerto Rico (figura nº 2)31; a este respecto juzgamos conveniente plantear algunas objeciones: 1ª) el perfil de la isla grande sí se corresponde con el tradicional de Cipango (Toscanelli, Behaim) mas no con el de La Española (con un eje real este-oeste frente al norte-sur del Piri Re?îs) y debemos recordar que los contornos colombinos corresponden a los de su supuesta carta de 1498 ?es decir al Tercer Viaje-, año en que el Almirante debía estar muy familiarizado con el perímetro de La Española, por lo que no es creíble que optara por un desarrollo como el anteriormente expuesto; 2ª) ni Colón ni ninguno de sus allegados con experiencia cartográfica hubiera cometido el error de situar Puerto Rico en la misma longitud que La Española (sabían que su eje de orientación era latitudinal); 3ª) el perfil septentrional de la isla mediana sí recuerda al de La Española mas no al de Puerto Rico. Vamos a exponer ahora nuestra hipótesis que respeta el marco general mencionado, si bien incluye algunos cambios que consideramos clave para entender ese desarrollo cartográfico: la gran isla parece ser el Cipango por su posición respecto a la costa asiática y su perfil ? recordemos las similitudes con los desarrollos de Toscanelli y Behaim-, luego la península del noroeste es meramente asiática; en cambio la situada al suroeste sí puede responder a la idea colombina de Cuba y la isla mediana situada a su derecha debe ser La Española (incluso recuerda un tanto su contorno), entre ellas parece figurar Jamaica y a levante de La Española Puerto Rico; a continuación vendrían las Pequeñas Antillas, con su característica disposición en arco, con lo que su posición y orientación son conformes con la realidad, así como la configuración de todo el marco antillano en el Piri Re?îs, si consideramos únicamente como tal el situado entre el sur del Cipango y la costa norte suramericana. El único elemento del litoral asiático clásico, que extrañamente no aparece en el planteamiento del mapa, es el del enorme friso septentrional correspondiente a la zona de Cathay y Mangi (a la altura del extremo norte de Cipango); ignoramos si tal omisión obedeció a una corrección colombina ?poco probable pues Bartolomé mantuvo esa idea toscanelliana en su esquema- o a cambios efectuados por el propio Piri Re?îs al contrastar la zona con otras fuentes; en ese caso ¿cuáles? Queda, por último, examinar el espacio suroccidental y meridional del mapa, ocupado por el subcontinente suramericano y quizás por la Antártida; ese estudio supone aceptar el reto de intentar desvelar algunos enigmas complicados, como veremos. Que en principio se trata de una representación del ámbito atlántico de 31 Vid. HAPGOOD, C.H. (1966). Maps of the Ancient Sea Kings: Evidence of Advanced Civilization in the Ice Age. Filadelfia: Chilton Books. Otros autores anglosajones siguieron su planteamiento Jesús Mª Porro Gutiérrez Estudios Humanísticos. Historia 106 Suramérica es evidente, pero debemos diferenciar tres espacios: el septentrional, el central y el meridional. La primera sorpresa salta a la vista: si las referencias cartográficas utilizadas son anteriores a 1501, ¿cómo es que aparece delineado por completo el perfil atlántico suramericano? La costa norte ya había sido explorada por varias expediciones (La Cosa-Ojeda-Vespuccio, Yáñez Pinzón y Lepe), pero los reconocimientos de la vertiente oriental eran más recientes: iniciados en 1500 con la escuadra de Alvares Cabral, fueron continuados por Vélez de Mendoza y al año siguiente por Vespuccio-Coelho, pero no sería hasta 1503-1504 cuando el florentino completara un periplo más largo y sistemático -al servicio de Portugal- por la misma zona al sur de Brasil. En consonancia con la realidad cronológica del citado ámbito geográfico, los mapas elaborados entre 1502 y 1506 manifiestan unas evidentes limitaciones en el planteamiento meridional de Suramérica32, prueba de la ausencia de información y referencias válidas para ese espacio; evidentemente, la única fuente posible para esos años tuvo que ser el propio Vespuccio ?aparte de sus cualidades como piloto y cartógrafo, dejó constancia escrita de sus periplos33-, pero sus dos viajes lusos nos plantean otra interrogante: ¿cuál fue la zona más meridional donde navegó? En el primero afirmó haber llegado hasta los 50º de latitud sur (tras diez meses de navegación), una altura que corresponde a la desembocadura de los ríos Chico y Santa Cruz en la Patagonia meridional, aunque no proporcionó referencias geográficas, mientras en el segundo recorrió una distancia menor, aproximadamente hasta el río Mucuri (casi en el límite actual entre Bahía y Espíritu Santo)34; desafortunadamente nada dijo sobre levantamientos cartográficos y se desconoce si los hizo. Ninguno de los mapas fabricados por esos años muestra un tramo costero tan alejado hacia el sur - aunque la carta conocida como Cantino bien pudo contener algún tipo de información transmitida por Vespuccio35-, si bien hay pequeñas diferencias (en el Caverio y el Kunstmann II ese litoral se prolonga hasta los 45º de latitud sur, casi 10º más que en el Cantino, el King-Hamy, la Oliveriana y el Fano). La siguiente 32 Nos referimos a los planisferios conocidos como Cantino, Caverio, King-Hamy y Oliveriano, así como a las cartas naúticas denominadas Kunstmann II y III, y Fano (ejemplares todos anónimos excepto el Fano obra de Vesconte de Maggiolo) 33 Dirigió varias cartas a su señor Lorenzo de Pierfrancesco de Médicis y otra a Pier Soderini relatando tales viajes; vid. VESPUCCI. A. (1986). Cartas de viaje. Madrid: Alianza Editorial 34 VESPUCCI [33], pp. 75 y 136 respectivamente 35 Comentamos algunos aspectos de esta cuestión en un trabajo, solicitado por la Academia Puertorriqueña de la Historia, para el homenaje al Dr. Ballesteros Gaibrois, titulado ?La dualidad secreto de estado-divulgación en torno a los descubrimientos luso-castellanos: política de sigilo, espionaje y cartografía (1495-1506)? Del Extremo Oriente al Nuevo Mundo. Reflexiones sobre posibles predescubrimientos... Nº 3, 2004, pp. 91-113 107 exploración sistemática de la costa atlántica meridional suramericana correspondió a la expedición lusa de Nuño Manuel y Joao de Lisboa ?financiada por Cristóbal de Haro- de 1513-1514 (conocida como ?de la Newen Zeitung?36), por lo que al ser posterior no pudo influir en el desarrollo cartográfico de Piri Re?îs. Una vez relacionados (geográfica, cartográfica y cronológicamente) los principales hitos suramericanos ?conocidos- de esos años, comencemos ahora el análisis cartográfico del litoral suramericano. La fachada norte es reconocible desde el Golfo de Urabá hasta el de Paria, señalando el curso del Magdalena y otro río; extrañamente el perfil del Orinoco figura algo más al sur de su posición real. El siguiente tramo de la Guayana y el noreste brasileño está aceptablemente delineado, figurando claramente el delta del Amazonas y el río Tocantins. En general, ese doble fragmento de la costa septentrional suramericana resulta bastante reconocible, por lo que es lógico pensar que los turcos debieron tener acceso ? supuestamente indirecto- a algún tipo de información geográfica luso-castellana posterior a 1500 (fecha de las primeras arribadas oficiales al Brasil: Pinzón en diciembre de 1499 y Cabral en abril de 1500). En cuanto al tramo central (desde la punta Mucuripe o Cabo de San Roque hacia el Río de la Plata) es sobrio, con un delineado decoroso en torno a dos segmentos: el primero hasta el Cabo de Sâo Tomé o el Frío y el segundo más confuso hasta lo que parece ser el estuario del Río de la Plata, con el desagüe del Paraná y otro brazo fluvial, algo más al norte, que quizá corresponda a una errónea interpretación del Uruguay o a otro curso más modesto (¿el Jacuí que vierte en la Lagoa dos Patos?), más al sur figura un tercer río que desemboca junto a un entrante (¿la Bahía Blanca y por tanto el Colorado?). El tramo más meridional, que dobla hacia oriente, es el más inquietante y su interpretación ha originado algunas polémicas; además, para ese ámbito no había ? oficialmente- referencias cartográficas por esos años, por lo que entraremos directamente en la interpretación del problema. En un plano ideológico se puede pensar que esa curvatura oriental responde quizá a un resabio arcaizante, manifestado primero en Ptolomeo, después en Martellus (ambos en África) y el primer caso conocido respecto a América ?si exceptuamos el amago truncado del Cantino-, en el globo anónimo de la colección Lenox. Sin embargo, un intento más detallado de analizar cartográficamente la morfología del litoral puede llevar a planteamientos sorprendentes. Esa exagerada inflexión de la porción meridional suramericana, manifestada en el Piri Re?îs, sólo tiene sentido si aplicamos dos teorías: o bien se trata de un efecto deformador 36 Al respecto vid. GALLEZ, P. (1999). Cristóbal de Haro. Banqueros y pimenteros en busca del estrecho magallánico. Bahía Blanca: Instituto Patagónico, pp. 54-77 Jesús Mª Porro Gutiérrez Estudios Humanísticos. Historia 108 provocado por el tipo de proyección o es preciso pensar que se trata de la representación del litoral antártico; ambas tienen sus defensores (y detractores), nosotros juzgamos más prudente contemplar una posibilidad intermedia, pues creemos que a la deformación impuesta por la proyección se une, quizás, un elemento antártico: ¿un fragmento de costa helada o una gran banquisa de hielo? Es hora de exponer la teoría de Menzies y objetar algunas consideraciones críticas a sus planteamientos. En su ya citado libro el marino británico defiende que los chinos llegaron a América en tres expediciones entre 1421 y 1423, y fueron los autores de las referencias cartográficas que ocasionaron ?por transmisión a través de Conti- el diseño del enigmático mapa veneciano que D. Pedro llevó a Portugal en 1428 y del cual debió conseguir una copia Colón, pues supuestamente esa fue la base para la elaboración de las tierras suramericanas en el Piri Re?îs37. Al margen de la teoría china ?de la cual actualmente (y pese a los esfuerzos del autor) no hay pruebas ni a favor ni en contra- no compartimos la interpretación cartográfica de Menzies sobre el tramo central suramericano y consideramos necesario hacer algunas precisiones sobre el meridional. Expone él que el tramo representado entre el tercer río de la vertiente nororiental y el tercero de la central ?el situado más al sur, inmediatamente antes de la ancha bahía- corresponde a la costa patagónica meridional comprendida entre el Cabo Dos Bahías (con la característica forma del Golfo de San Jorge) y la entrada del Estrecho de Magallanes, siendo la rosa de los vientos de esa zona la referencia de la situación del archipiélago de las Malvinas38. No estamos de acuerdo con esa afirmación por varios motivos: 1º) En ese caso el doble litoral oriental y nororiental de Suramérica manifestaría una considerable atrofia ?inexplicable- en su tamaño, pues salta a la vista que el Río de la Plata y la mayor parte del litoral brasileño no aparecerían entonces en el mapa. 2º) Si admitimos la teoría, la latitud del Cabo Dos Bahías (45º sur) equivaldría en el mapa casi a la del Ecuador en la parte africana. 3º) El fragmento de la gran curvatura ? justo al sur del anterior- que Menzies considera hielo flotante, indicio del comienzo de la banquisa, puede corresponder por lógica geográfica, de escala y morfológica al amplio espacio comprendido entre la Bahía Blanca y el Estrecho de Le Maire o la Isla de los Estados (creemos que con una observación paciente ?y la ayuda de un atlas- ahí se insinúan lo que pueden ser el Golfo de San Matías, la Península Valdés, el Golfo de San Jorge y la punta de la Tierra del Fuego); además, las islas 37 MENZIES [1], pp. 132-135. No vamos a refutar aquí los planteamientos del autor ?no estamos de acuerdo con todas sus afirmaciones-, pues nos limitaremos a plantear las dudas geográficas y cartográficas que nos merecen respecto a la interpretación de la carta de Piri Re?îs 38 Idem, pp. 142-156 Del Extremo Oriente al Nuevo Mundo. Reflexiones sobre posibles predescubrimientos... Nº 3, 2004, pp. 91-113 109 dibujadas frente a la curvatura delatan, presumiblemente, la posición de las Malvinas e islas menores (Jason, Weddell, etc). El tramo siguiente (el horizontal rectilíneo) sí podría corresponder a la banquisa y el último (con ese enorme entrante) al litoral de la Antártida en la zona del Mar de Weddell, pues las islas allí señaladas en el mapa encajarían con la presencia de las Georgia del Sur y Orcadas del Sur. Esta argumentación es acorde con la lógica geográfica excepto en un punto: la inquietante y exagerada curvatura del fragmento meridional. Aquí es donde entra en juego la cuestión del tipo de proyección empleado en el mapa, aspecto este que nos lleva a un planteamiento sorprendente: la forma del citado segmento sur del litoral suramericano sólo tiene sentido si responde a las pautas de una proyección estereográfica polar (figura nº 3), lo cual resulta aún más asombroso, pues en esa época los eruditos e intelectuales de la cartografía apenas usaban variantes de proyecciones; como ejemplos de las excepciones conocidas podríamos citar las cónicas ?del tipo de abanico- del estilo de los mapas de Contarini (1506) o Ruysch (1508), la del globo cordiforme de Bernardus Sylvanus (1511) o la polar ?pionera para el mundo americano- de Vesconte de Maggiolo (1511). Por otro lado, respecto al supuesto fragmento de litoral antártico ?realidad tan inquietante como inexplicable- debemos plantearnos una duda razonable: ¿acaso corresponde a un planteamiento simbólico e ideológico de la gran masa terrestre del supuesto continente austral39? En tal caso podría entroncar con un desarrollo cartográfico al estilo del de Lopo Homen en su mapa circular de 1519. ¿Quién o quienes fueron los artífices y constituyeron las fuentes para ese sorprendente diseño de la parte meridional de la Carta del Mar Océano de Piri Re?îs? ¿acaso los chinos como pretende Menzies?; ¿aparecía quizá esa zona del mundo dibujada en el mapa que el Infante D. Pedro adquirió en 1428, o bien este contenía un planteamiento similar al de Martellus? ¿Es verosímil suponer que el diseño del litoral atlántico en la segunda península de Martellus corresponde a la interpretación cartográfica de Suramérica hecha por los chinos ?en ese supuesto viaje de 1421-1423- y transmitida ?confusa o inadvertidamente- a Occidente por Conti? Lo cierto es que tenemos abiertas diversas incógnitas para las cuales no parece haber una respuesta satisfactoria actualmente, según los conocimientos de la comunidad científica internacional en materia de cartografía histórica. 39 Desde la Antigüedad Clásica y a lo largo de la Edad Media se insistió y teorizó mucho sobre esa idea (la tierra de los Antictiones, Antípodas o el continente austral) presente en el ideario de diversos eruditos y geógrafos, desde los griegos y romanos (Pomponio Mela y Macrobio) a los diseños medievales de los mapas denominados de T en O Estudios Humanísticos. Historia 110 Reconstrucción del mapa de Toscanelli (según Hapgood) Del Extremo Oriente al Nuevo Mundo. Reflexiones sobre posibles predescubrimientos... Nº 3, 2004, pp. 91-113 111 Mapa de Martellus de la ed. del Insularium Illustratum. Biblioteca Británica, Londres Jesús Mª Porro Gutiérrez Estudios Humanísticos. Historia 112 Carta del Mar Océano de Piri Re?is. Museo Topkapi Saray, Estambul