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dc.contributorFacultad de Derecho
dc.contributor.authorSosa Wagner, Francisco 
dc.contributor.otherDerecho Administrativoes_ES
dc.date1990
dc.date.accessioned2022-11-25T07:55:46Z
dc.date.available2022-11-25T07:55:46Z
dc.identifier.citationSosa Wagner, F. (1990). La lucha contra el ruido: lección inaugural del curso académico, 1990-91. Secretariado de Publicaciones y Medios Audiovisuales.es_ES
dc.identifier.isbn84-7719-216-2
dc.identifier.urihttp://hdl.handle.net/10612/15299
dc.description31 p.es_ES
dc.description.abstract[ES] Entre las compañías mas estables con que cuentan los españoles que viven en ciudades y también muchos del medio rural, lugar al que se han trasladado los elementos mas zafios de la cultura urbana descar­tando cuidadosamente los refinados, se debe citar, en un destacado lugar, la de los ruidos, generados por focos de variopinto origen, como los que proceden del ocio (cafeterías y discotecas), del funcionamiento de los talleres y, en general, de la industria y de ciertos servicios públi­cos, en fin, del transporte (sobre todo aéreo) y del tráfico urbano. Dicho en otros términos, baste advertir que el ciudadano español se acuesta arrullado por el camión de las basuras y se levanta con el oído regalado por unas máquinas horrísonas que tienen como misión lim­piar las aceras. Durante el día, el ciudadano al que me vengo refi­riendo puede encontrar otros motivos de deleite. Hay quienes disfrutan de un taller de reparaciones, quienes de una estación de autobuses, quienes de la vía del tren, quienes de una buena discoteca, quienes de un bar, quienes de un chiringuito (que es lo mismo que un bar pero en portátil), quienes de unos vecinos, buenos aficionados a la ópera o entusiastas de excitantes ritmos. Hay abusones que logran simultanear varias de estas prebendas aunque, felizmente, a todos nos iguala el pla­cer de poder oir, ex aequo, las bocinas de los coches, el escape libre de las motos, los acariciadores camiones y las suaves hormigoneras. Cuando ya se tiene mucha suerte, una obra cercana aporta la apacible musicalidad de una taladradora. Por último, hay zonas de la ciudad que tienen el privilegio de constituir el nocturno escenario en el que vacilantes ebrios y trastabillantes azumbrados arrastran su pítima, ento­nando, no siempre de forma lucida, eufóricos boleros o quejosos tan­gos e incluso respetados himnos regionales. En ocasiones, todo ello ante las barbas (o los bigotes, que el adorno capilar es lo de menos) de la autoridad como pude comprobar yo mismo durante la tempo­rada en que tuve la suerte de vivir frente a la mismísima jefatura de policía de esta ciudad.es_ES
dc.rightsAttribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 Internacional*
dc.rights.urihttp://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/*
dc.subjectDerechoes_ES
dc.subject.otherLucha contra el ruidoes_ES
dc.subject.otherDerechoes_ES
dc.titleLa lucha contra el ruido : lección inaugural del curso académico, 1990-91es_ES
dc.typeinfo:eu-repo/semantics/lecturees_ES
dc.subject.unesco56 Ciencias Jurídicas y Derechoes_ES
dc.subject.unesco2201.05 Ruidoes_ES


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